Si partimos de que el término drakar lo inventó en el año 1843, en plena marea romántica, el francés Auguste Jal, o que los cascos vikingos jamás llevaron cuernos, puede sorprendernos lo poco que sabemos de las características culturales, religiosas y militares de una civilización rodeada de tremendas inexactitudes debido al furor nacionalista germano y escandinavo de los siglos XIX y XX y a las licencias históricas que se toma sin ninguna vergüenza la industria del espectáculo.
Los vikingos tampoco eran un grupo ligado por lazos de ascendencia, patriotismo o especiales sentimientos de hermandad. La mayoría provenían de las áreas que actualmente ocupan Dinamarca, Noruega y Suecia, pero también los había eslavos, fi neses, estonios e incluso samis lapones. El único perfil común que los hacía diferentes de los pueblos a los que se enfrentaban era que venían de un país desconocido, no estaban «civilizados» tal y como cada una de las distintas sociedades entendía por entonces ese término y, lo más importante, que no eran cristianos. A pesar de ello, en las islas Británicas dejaron una huella honda y perdurable. En Francia, el rey, descendiente del mismísimo Carlo magno, tuvo que cederles tierras. En italia fundaron el reino normando de Sicilia. En España influyeron con sus incursiones en el Califato de Córdoba y en el imperio bizantino organizaron las bases de la actual Rusia. No cabe duda de que algo debe a su influencia el patrimonio cultural de esa casa común que hoy llamamos Civilización Occidental
Detalles del producto
- Tapa blanda: 256 páginas
- Editor: EDAFC|#Edaf; Edición: 1 (7 de marzo de 2017)
- Colección: Crónicas de la Historia
- Idioma: Español
- ISBN-10: 8441437386
- ISBN-13: 978-8441437388
- Valoración media de los clientes: 4.7 de un máximo de 5 estrellas 4 opiniones de clientes
- Clasificación en los más vendidos de Amazon: nº91.165 en Libros (Ver el Top 100 en Libros)
- n.° 436 en Historia de la edad media
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